Solo hace una semana que hemos llegado a Estocolmo y tengo la impresión de que han pasado meses.
Desde que hemos llegado no hemos visto la luz del sol. Es bastante extraño ver pasar los días, todos iguales, con el mismo cielo encapotado y con una nieve que no se deshace. Se me hacen bastante monótonos en ese sentido, acostumbrados a los días de sol y a veces de lluvia en Barcelona, donde muy ocasionalmente cae algún copo de nieve que al llegar al suelo se deshace rápidamente.
Tampoco es que hayamos podido disfrutar de las distracciones que el centro de la ciudad pueda ofrecernos, pues estamos viviendo actualmente en Hjulsta, en el extremo más alejado de la línea azul de metro, y se nos hace bastante largo el trayecto sin contar que, al hacerse de noche tan pronto, apenas se pueden apreciar los lugares por donde pasas.
Si os soy sincera, no está siendo un inicio muy agradable en muchos sentidos. En pocos días ya hemos empezado a ver los pros y los contras de esta ciudad, los cuales iré contando detalladamente en los próximos posts.
A pesar de todo, y aun estando todo nevado y sin apenas horas de luz, Estocolmo me parece una ciudad muy agradable. Me gusta el frío y la nieve, antes que la lluvia, y supongo que eso también es un punto a favor. Los suecos, eso sí, ya están bastante cansados del invierno y están deseosos de que llegue abril, y con él, el buen tiempo.
Por lo visto, en invierno, las temperaturas en Estocolmo se mantienen alrededor de los 0ºC, así que normalmente no pasamos frío si vamos bien abrigados. En contadas ocasiones se puede llegar a temperaturas que bajan de los -10ºC. En tal caso, apenas puedes estar en la calle durante largos periodos de tiempo.
Dentro de las casas, de los centros comerciales, del transporte público o de las oficinas las calefacciones están realmente altas, y en algunos sitios poco soportables. De lo que me he dado cuenta es que los suecos no llevan un abrigo demasiado grueso, supongo que es porque pasan más tiempo dentro de algún lugar resguardado que en la calle.
Una vez te das una vuelta por el centro, ves que la gente se refugia mucho en alguno de los miles de bares y restaurantes que hay, sobretodo a la hora del fika (pausa para el café). Siempre están llenos. He de decir que todos ellos tienen un ambiente muy cálido, con luces tenues y velas en las mesas. Me parecen bastante románticos y acogedores.
De momento me sigo sintiendo extraña en esta ciudad, perdida cuando camino por sus calles, extranjera cuando no entiendo ni una palabra de lo que me dicen (que por suerte, todo el mundo habla inglés). Pero supongo que con un poco de paciencia y dejando pasar el tiempo, nos iremos haciendo a todo ello.
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